23 febrero, 2009

Instrucción de labradores

La Emperatriz de las Rusias, movida de su heroico espíritu, y a influxo de la Imperial Sociedad Económica de Petersburgo, hizo componer a un sugeto inteligente un libro de Agricultura para la sabia instrucción de los labradores de las Provincias de su vasto Imperio. Luego que se imprimió este libro lo mandó distribuir a todas las Iglesias, no solo para que le puedan consultar todos los labradores y adelantar en su arte, sino también para que lo expliquen los Curas de las Aldeas a lo menos en los días festivos después de concluidas las funciones sagradas.


Griselini, Francesco (1717-1783)
Discurso sobre el problema de si corresponde a los Párrocos y Curas de las Aldeas. El instruir a los labradores en los buenos elementos de la economía campestre: Al qual va adjunto un plan que debe seguirse en la formación de una obra dirigida a la mencionada instrucción del Señor Francisco Griselini, ..... Traducido del italiano, por encargo de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País, por Doña Josepha Amar y Borbón, Socia de merito de la misma.
En Zaragoza, por Blas Miedes. (S.a.)

22 febrero, 2009

Segun Addison un buen libro es...

Joseph Addison, the "Kit-cat portrait", circa 1703–1712, de Godfrey Kneller.


Un buen libro es un legado precioso que hace su autor a la humanidad.


(Joseph Addison)

20 febrero, 2009

Historia de un traslado.

En enero de 1916 me hice cargo de la Biblioteca. Estábamos en la vieja casa de la plaza del Ángel, con 4 o 5.000 libros amontonados en dos guardillones y en unos armarios próximos a los retretes, además de los 15 o 16 millares de volúmenes que encerraban los estantes del salón Biblioteca.
En aquel hacinamiento, y haciendo verdaderos milagros los empleados, pues la falta de espacio obligaba a tener los libros en dos filas, aprovechando todos los rincones, paso el año 1916, con el traslado en perspectiva, sin poder hacer nada –consolándome únicamente que lo mismo les había pasado a mis compañeros- hasta noviembre, en que nos mudamos a la casa actual.
En quince días, sin suspender el servicio, porque los alumnos de la Escuela de Guerra que a diario concurren a al Biblioteca no podían dejar de estudiar para que nosotros nos mudásemos. Ni los que tiene por costumbre leer los periódicos y revistas en la Biblioteca podían hacerlo en oro sitio, empaquetamos los libros en grandes cajones ayudados de los tres empleados y dos mozos que constituyen el personal de la misma y por ocho soldados de Intendencia, amen de un camión que, amablemente, nos envío el general Marina, capitán general de Madrid por aquel entonces, y de cuatro guardias civiles que nos permitió utilizar el general Luque para la pesada labor de indizar el estante y tabla en que los íbamos colocando.
Me encontré con que el local no era sobrado. Yo había entrado a formar parte de la Junta cuando ya estaba el edificio casi terminado y tuve, por consiguiente, que limitarme a manifestarlo y a aprovechar hasta el ultimo rincón , y como ni aun así cabían, lo que en un principio se destinaba a despacho del Bibliotecario se convirtió en sección de pergaminos, libros raros y antiguos y libros escritos sobre la guerra actual.
En la galería de lavabos –donde nunca se pensó podría convertirse en parte de la Biblioteca- y en el vestíbulo de la misma se han colocado los estantes para las novelas del servicio de lectura a domicilio, de que luego se habla; en una palabra, ha sido preciso buscar sitio por todas partes, colocando estantes, mesas supletorias, atriles, pupitres...
Bien es cierto que de la otra casa a esta casi han aumentado en un millar los socios y se ha duplicado el numero de concurrentes a la Biblioteca.
Y después de apuntar el dato de la visita hecha a la Biblioteca por S. M. el Rey en la noche del 16 de noviembre, con motivo de la inauguración del edificio, y firmar en el mismo álbum que lo hizo su malogrado padre D. Alfonso XII en la casa de la calle del Príncipe, no toca ya a quien estas líneas escribe hablar de la Biblioteca.

Miguel Gistau


Gistau Ferrando, Miguel
Monografía y catálogo de la biblioteca del Centro del Ejército y de la Armada / escrita aquella y ordenado éste por... Miguel Gistau Ferrando... en los años 1916 y 1917
Madrid : Tall. Tip. de El Imparcial, 1917

19 febrero, 2009

Biblioteca y bibliotecarios militares.


La Biblioteca
Creada la Sociedad en 1881 con la primera denominación de Circulo de Instrucción y Recreo del Ejercito y de la Armada, natural es deducir que nació con un marcadísimo carácter didáctico. Si la característica del Centro debía ser la instrucción, la base de ella seria la lectura, así pues se dirigieron los esfuerzos a crear una excelente sala de lectura y Biblioteca.
Los primeros trabajos de organización de la Biblioteca se deben al socio fundador , oficial de infantería , escritor y filosofo D. Alfonso Ordax Avecilla, quien ejerció en la primera Junta Directiva el cargo de Vocal Bibliotecario.
Se constituyó el primer núcleo de la misma con los donativos hechos por los socios fundadores, y muy especialmente de los que antes habían formado parte del Ateneo Militar; con los regalos de varios autores y 400 volúmenes que cedió del ministerio de Fomento a instancia del Sr. Ordax.
Mientras la Sociedad estuvo en la casa de Astrarena, y en la calle de San Jorge, la biblioteca no tuvo apenas importancia. Fue en el local de la calle del Príncipe donde tomó ya proporciones apreciables, bajo la dirección de de D. Cástor Amí, cultísimo oficial de Ingenieros. Durante su permanencia en el cargo se hizo el primer catalogo, que contenía apenas millar y medio de libros, a él se debe la iniciativa de proponer la compra de una notabilísima colección que había pertenecido al coronel de Ingenieros Sr. Mariátegui, formada por cerca de 1.800 volúmenes de los siglos XV al XVIII de todas las autoridades de la profesión militar, incluyendo bastantes manuscritos. A D. Cástor le siguió en el cargo D. Eugenio de la Iglesia y Carnicero, siendo el mas sobresaliente de todos ellos hasta la fecha, fue reelegido cuatro veces. En 1884 al hacerse cargo por primera vez de la biblioteca, esta solo constaba de 1.458 volúmenes , de ellos 948 catalogados y encuadernados , y archivados los restantes. Comenzó el Sr. La Iglesia por conseguir una Real Orden , con fecha de 25 de abril de 1884, en la que se disponía se remitiese al Centro un ejemplar de cada obra o trabajo que en lo sucesivo publicase el Deposito de la Guerra.
El traslado de la Sociedad de la calle del Príncipe al palacio de Montijo, permitió al bibliotecario desarrollar sus iniciativas. El recibió, clasificándolos, los libros de la colección Mariátegui, y al formar ya en 1888 el catalogo, pudo presentar 5.300 volúmenes.
En 1892 recibió un gran impulso la biblioteca, siendo bibliotecario el Sr. Ibáñez Marín, teniente y escritor. En junta general del día 7 de abril del citado año, fue leída una proposición , firmada por 150 socios, en la que se pedía que el Centro, adquiriese la copiosa biblioteca legada como únicos bienes a sus hijos por el que en vida fue socio y bibliotecario de la Asociación, el ilustre teniente coronel de Infantería D. Mariano Gallardo, se formó una comisión que valuó la colección en 25.000 pesetas, contenía mas de 3.000 volúmenes científicos militares de los siglos XVI, XVII y XVIII, aunque la parte mas nutrida y cabal se hallaba en los volumenes del siglo XIX que suponian 2.500 volumenes.
En 1893 hubo necesidad de ampliar el local de la Biblioteca, toda vez que pasaban de 11.000 los volumenes adquiridos por el Centro.
Y con los siguientes bibliotecarios se fue ampliando la biblioteca, y se organizó un catalogo de papeletas para facilitar la tarea a los estudiantes e investigadores que visitaban la biblioteca. Hasta llegar al posterior traslado de la misma en 1916.

Gistau Ferrando, Miguel
Monografía y catálogo de la biblioteca del Centro del Ejército y de la Armada / escrita aquella y ordenado éste por... Miguel Gistau Ferrando... en los años 1916 y 1917
Madrid : Tall. Tip. de El Imparcial, 1917

Un libro caro.

Vecchio Testamento, in ebraico.
[Napoli, Joshua Salomon ben Israel Nathan Soncino, c. 1492].


Uno de los libros mas caros del mundo, es una Biblia escrita en hebreo de la Biblioteca Vaticana. Se trata de un ejemplar que pesa 162 kilos, siendo precisos tres hombres para moverlo. En 1512 algunos hebreos pretendieron comprarlo y para ello ofrecieron al papa Julio II pagar el peso de dicho volumen en oro.

16 febrero, 2009

Obras fútiles....

D. Francisco Cerdá y Rico. Abogado, Oficial de la Secretaría del Despacho Universal de Indias, y Académico de la Historia. Habiendo sido recibido por Oficial de la Biblioteca Real, viendo las muchas preciosidades de que aquella consta, particularmente de buenos Autores Españoles antiguos, se dolió mucho de que estos estuvieran sepultados en el olvido, mientras se estaban publicando continuamente obras fútiles, y de las que el publico no podía sacar provecho alguno. Por esto concibió el designio de ir reimprimiendo algunas de las antiguas, ilustrándolas con las noticias que pudiera recoger acerca de sus Autores, y otras pertenecientes a la Historia literaria.

11 febrero, 2009

Catecismos político-morales


Grato fue en la Edad Media el genero literario que los historiadores de la Literatura suelen clasificar bajo el nombre de “Catecismos político-morales”, colecciones de máximas y sentencias del mas abigarrado carácter, de moral práctica, de política, de gobierno interior del alma. Casi todas ellas proceden directamente de fuentes árabes. Así el Libro de los buenos proverbios, traducción de las Sentencias morales de Honain ben Ishac; o las Flores de Filosofía, intercalados en el Caballero Cifar; o el Bonium o Bocados de oro, derivado del Libro de las sentencias de Abulguafá Mobaxir ben Fátic, que fueron traducidos al latín y al francés y publicados en ingles por Caxton, 1477; el Poridat de Poridades, que tiene su origen en el Secretum Secretorum, uno de los libros atribuidos a Aristóteles en la Edad Media y que ha sido popularísimo, en traducciones a varias lenguas europeas: obra árabe o siríaca, que debió de irse formando en los siglos VIII y IX, se conoció en el IX por la versión árabe de Yahya ben Batric, y ya lo cita Abenabderrabihi, que murió en 939; fue puesto en latín por Juan Hispalense (Siglo XII) y en hebreo, siendo luego vertida la recensión latina a varias lenguas vernáculas. En otra forma oriental fue traducido al latín por Felipe de Trípoli hacia 1243, versión que dio lugar al texto corriente, impreso desde 1480 y puesto en francés, 1497. Sarton acaba de observar que el Secreta Secretorum pudo influir en el desarrollo del precioso cuento que se llama por los folkloristas el Lai de Aristóteles.

González Palencia, Ángel (1889-1949)
Influencia de la civilización árabe / discursos leídos ante la Academia de la Historia en la recepción pública de Don Angel González Palencia ..., [discurso de Miguel Asín Palacios]
Madrid : Tipografía de Archivos, 1931

09 febrero, 2009

Disciplina clericalis.

Moshé Sefardí, posteriormente Pedro Alfonso (Huesca, ¿1062? - ¿1140?), fue un escritor, teólogo y astrónomo español de origen judío y convertido al cristianismo en 1106.

Novelística: “Disciplina clericalis”

Es hecho reconocido hoy por todos los historiadores de la Literatura el influjo decisivo que en el desarrollo de la novelística medieval ejerció la literatura árabe. La Disciplina clericalis, de Pedro Alfonso, puso en circulación por el mundo cristiano, desde principios del siglo XII, una gran cantidad de cuentos, que el propio coleccionador dice haber recogido de proverbios y “castigos” árabes. Mas de 63 manuscritos conservados hoy y tenidos presentes por Söderhielm y Hilka en su edición de Helsingfors, 1911, son la clara muestra del interés que despertó en la Edad Media; las versiones hebrea, francesa, alemana, catalana, italiana y española difundieron los cuentos por los mas diversos países; sus asuntos, repetidos por mas de 60 autores o libros de la Edad Media y del Renacimiento, con Beauvais, don Juan Manuel, Boccaccio, Bozon, Chaucer, Fabliaux, Giraldi, Guicciardini, Minnesinges, Novellino, Scala Coeli, Straparola, Timoneda, Tamariz y el propio Cervantes, indican la vitalidad de tales cuentos, que perduraron a través de tantos siglos en las naciones de mas variadas aficiones, muestra inequívoca del alto sentido humano que los informa.

González Palencia, Ángel (1889-1949)
Influencia de la civilización árabe / discursos leídos ante la Academia de la Historia en la recepción pública de Don Angel González Palencia ..., [discurso de Miguel Asín Palacios]
Madrid : Tipografía de Archivos, 1931

06 febrero, 2009

Cargamento de barcos franceses.

* 15 de febrero de 1519 Avilés (Asturias) + 16 de septiembre de 1570 Santander (Cantabria) Marino, primer Gobernador de Florida


Relación de la Jornada de Pedro Menéndez en la Florida (2) 1565

[...] Estaban en el río seis navíos: tomóse un bergantín y una galeota... el otro estaba junto al puerto, cargado de vinos y de otras cosas, no se quiso rendir, sino daba las velas; tiráronla de un tiro de los que ellos tenían en su frente, y echáronla al fondo, [...]
Halláronse gran cantidad de libros luteranos, halláronse muchas barajas de naipes con la figura de la hostia cáliz por las espaldas, y muchos sanctos con cruces acuestas en los otros naipes, burlando y escarneciendo de las cosas de la iglesia...

Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Occeanía [sic] : sacados, en su parte, del Real Archivo de Indias / bajo la dirección de los Sres. D. Joaquín F. Pacheco y D. Francisco de Cárdenas... ; y de D. Luis Torres de Mendoza
Madrid : Imprenta de M. Bernaldo de Quirós, 1864-1884
Tomo III.

05 febrero, 2009

Angelo Poliziano


Angelo Ambrogini, llamado Angelo Poliziano por el monte Pulciano, donde nació (Montepulciano, 14 de julio de 1454 - Florencia, 24 de septiembre de 1494), fue un humanista y poeta italiano.

Angelo Poliziano detestaba la inexactitud de las ediciones de los clásicos que se editaban en su época. Pero a pesar de esto las utilizaba con meticulosidad como material de trabajo, acotando sus márgenes con testimonios textuales y exegéticos extraídos con afán y precisión de las mas diversas fuentes. Al final del volumen emulaba a veces a los eruditos romanos del siglo IV a. C., anotando breves subscriptiones que indicaban los lugares y las fechas en que había trabajado, los textos que había utilizado y los nombres de los jóvenes que le habían ayudado.

04 febrero, 2009

Sátira ingeniosa.

Los Eruditos a la Violeta. o Curso completo de todas las Ciencias, dividido en siete lecciones para los siete días de la semana, compuesto por Don Joseph Vázquez, quien lo publica en obsequio de los que pretenden saber mucho, estudiando poco. Madrid, en la Imprenta de Don Antonio Sancha, 1772

Esta obra es una sátira ingeniosa, y muy bien escrita contra cierta clase de gentes, que aparentan saber mucho, habiendo estudiado poco. El autor no solamente ridiculiza la superficialidad de semejante clase de eruditos, sino que manifiesta al mismo tiempo del fino gusto, y buen juicio de que estaba dotado, notando en muchos autores extrangeros. Tal es, por exemplo, el de la hinchazón de estilo en la relación de la Phedra de Racine, y el de las atrocidades puestas en el Teatro Ingles por Shakespear.

03 febrero, 2009

¿Que rigor, por servero que sea, no sera benigno....

¿Para que la Inquisición?

Pero se quejan los libertinos de que las prohibiciones de ciertos libros decretadas por el Tribunal son unos grillos para el ingenio. ¿Puede darse queja mas injusta? ¿Por ventura en la inmensa multitud de libros que ha producido el christianismo, no tiene un prodigioso y dilatado campo donde extenderse el corto ingenio del hombre? ¿Llegara jamás a tocar los limites del vasto espacio que ofrece la sagrada Biblia, de este libro divino donde se hallan desenvueltos todos los acontecimientos de la vida del hombre y sus conseqüencias desde la creación del mundo hasta su destrucción; donde la política mas fina y la moral mas pura se ven tratadas con una magestad que cautiva la admiración y el gusto; y donde la elegancia mas sencilla se encuentra al lado de la grave eloqüencia y de la mas sublime poesía? ¿Los Stos. Padres no ofrecen una vasta lectura donde puede explayarse el ingenio del hombre, ya en la profunda erudición que allí se encuentra, ya en la elevación de sus ideas, ya en la nobleza del estilo, ya en su encantadora eloqüencia? Las historias sagradas y profanas, las ciencias naturales y las bellas letras en que sobre todos se han distinguido y elevado los autores christianos, ¿serán estrecho campo para la extensión del talento humano? ¿Que libros pues, si no bastan estos, deberá manejar para multiplicar su ciencia, y desterrar las preocupaciones de una educación mezquina? ¿Aquellos que abortaron las sacrílegas plumas de Voltaire y de Rousseau; aquel Diccionario y aquellas Cartas de la montaña, que por un decreto del parlamento de Paris fueron rasgados y quemados por mano del verdugo? ¿Aquel Emilio que es la suma de la impiedad, condenado juntamente con su autor, a quien Ginebra su misma patria cerró las puertas, y fulminó el decreto de proscripción? ¿Aquella Julia de quien dice el mismo Rousseau, que la doncella que la leyere, no se queje del daño que le hubiere causado su lectura? ¿Aquellos en cuyas paginas hierve la luxuria mas furiosa, y en cuyas laminas se ven las escenas mas torpes y sucias, que ofenden y horrorizan a la misma disolución? ¿Estos son los libros que deben leerse para dar realce a los ingenios?.
En efecto, con un libro de estos en la mano decide un petimetre con tono de magisterio, que no hay autoridad alguna constituida por Dios, sino que todas las elige el pueblo a su gusto, y las muda como si fuera un vestido, quando le da la gana. Con uno de estos libros un joven desbarbado que no sabe los artículos de la fe, se atreve a decir en alta cara, que el Purgatorio y el rogar por los difuntos son boberías: que el Evangelio es farsa, y que Jesuchristo no ha existido nunca: y en suma se atreve a negar la providencia de Dios, o a negar absolutamente la existencia de este Ser supremo. ¿Que rigor, por severo que sea, no será benigno para castigar a los autores de tales libros, a los impresores, a los grabadores y a los lectores?.

¿Para que la Inquisición?
En Valencia : en la imprenta de Salvador Faulí, 1811
12 p. ; 4º

02 febrero, 2009

Vicios de los literatos según Iriarte.

D. Tomás de Yriarte
Oficial Traductor de la primera Secretaría de Estado y del Despacho, Archivero general del Supremo Consejo de Guerra. Su ingenio, su fecundo numen, y notorios talentos, lo han hecho muy celebre, desde los primeros años de su juventud, dentro y fuera de España, por sus elegantes obras poéticas, su gusto y conocimiento de la Música, su inteligencia en diferentes lenguas, su critica y literatura: sin que hayan sido bastantes para disminuir su crédito literario, las sátiras atroces y groseras con que lo han intentado difamar algunos.



Imprimió el Señor Yriarte, por subscripcion, la Colección de sus obras en verso y prosa, en la imprenta de Benito Cano, año de 1787:
Tomo I. Contiene las Fabulas literarias, y el Poema de la Música.
Tomo II. Contiene varias Poesías de diferentes géneros y metros. Once Epístolas, la mayor parte satíricas, en las que se retratan y censuran algunos vicios, particularmente de los Literatos. En la III que es respuesta a un amigo, que le instaba a que sacase a luz algunas composiciones, empieza así:

La carta, en que el proyecto me sugieres,
De dar a luz alguna obrilla mía,
Que con benigno voto aprobar quieres,
llegó a mis manos, Fabio, el otro día,
Quando me levantaba cabalmente,
No con el entusiasmo y alegría,
Que en ciertos ratos un poeta siente,
Sino con mal humor, melancolía,
Severo enojo, y tedio impertinente.
La imagen del descrédito, disgustos,
Persecución, abatimiento, sustos,
Que un miserable Autor aquí tolera,
Se me ofreció tan viva a la memoria.
Que empezé a discurrir de esta manera.
O por el interés, o por la gloria,
Los ingenios se animan. Pero, en suma,
¿Que gloria, que interés nos da la pluma?
A la verdad que a un mero Literato,
Las Letras solas no darán un plato,
No digo de faisanes y compotas,
Pero ni aun de sardinas o bellotas.
Si el infeliz no tiene
Mas facultades que las tres del alma,
Ni mas caudal que el de sabiduría,
Beberá el agua clara de Hipocrene,
En vez de chocolate y malvasía:
Será su lecho blando;
Y el cordellate apreciará algún día,
Como el paño mejor de S. Fernando.
Yo nunca he visto, en Dios y en mi conciencia,
Las gratificaciones,
Los distinguidos puestos, las pensiones,
Con que en este Madrid se diferencia,
El que decora a Tácito, y Virgilio,
Del que masca en Breviario, y el Concilio.
Veo si con galones, mesa, y coche,
Al que firmar su nombre sabe apenas;
Mientras alguno en últimos faenas,
A la luz de un candil pasa la noche,
Rodeado de Servios, y Macrobios,
Vosios, Erasmos, Grevios, y Gronovios.
El menor mal del que a estudiar se inclina,
Es que olvidando a Cicerón, y Horacio,
Logre la ocupación de una Oficina,
Y en dos horas farfulle un cartapacio.
Trueque el estudio de artes, y de idiomas
Por aquellos científicos axiomas:
Con el Fiscal; y pase a Escribanía:
Pídase informe a la Contaduría:
Únase al Expediente:
Examínese si hay antecedente:
Acúsese el recibo:
Y entréguense los autos al Archivo.
Con esto un hombre, por lo menos, pasa;
Y si tanto le acosa el hado impío,
Que, estando el siglo como está, se casa,
Socorre a su Viuda un Monte-pío;
Y de todas maneras mejor dote.
La dará, que un Poeta, un Tagarote.
Los tesoros y dádivas, que acopia
Amaltea en su bella cornucopia,
No alcanzan a los súbditos de Apolo:
No: con laureles se contentan solo.
Y en que buena Republica hay oficio,
Que a los que le profesan no alimente,
Y les sirva de fondo vitalicio?
Pero el decoro pide que no rente
Al Escritor, ni un quarto, su exercicio.
Es Arte liberal, noble tarea,
Que ningún estipendio,
Si no el de aplausos y de honor codicia.
Bien noble y liberal es la Milicia;
Y no hay, con todo, General que crea
Que de su profesión es vilipendio
Acudir muy puntual por su mesada,
Aunque dexe al morir virgen su espada.
Ello es, que en este suelo, en esta era,
La difícil carrera
De las Letras Humanas nada vale...

Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reynado de Carlos III / Por D. Juan Sempere y Guarinos ..
En Madrid : En la Imprenta Real, 1785-1789